VIAJAMOS A GUIPÚZCOA.- DÍA 2.- ZUMAIA Y MUTRIKU.-

MUTRIKU.-

La cita era a las 16h en la Plaza del Ayuntamiento de Mutriku. Allí estábamos todos puntualmente, perretes con sus amos, cuando apareció nuestra guía. Nos iba a hacer callejear  y explicarnos las peculiaridades de este bonito pueblo costero vasco.

Tiene su carta puebla o fuero que data del año 1200, aunque fuese confirmada en 1209. Esto nos indica que ya en aquellos tiempos de la Baja Edad Media, este pueblo existía como núcleo de población y además gozaba de normas jurídicas que regulaban el comportamiento entre su habitantes, con las demás poblaciones y  con el Reino.

La primera peculiaridad que nos hace notar nuestra guía, a cuyas explicaciones atentamente escuchamos todos, perretes y humanos, es que en el escudo de la localidad que está en la fachada del Ayuntamiento, se aprecia una escena de pesca. No es de extrañar, siendo un pueblo costero. Pero lo que nos contó después, en el porche de la Cofradía de pescadores, nos dejó a todos boquiabiertos. Esa inocente escena de pesca, tallada en la piedra del escudo de la localidad, esconde todo un trasfondo de lucha de sus habitantes con los seres que habitan el mar, en concreto la ballena franca septentrional (que a fecha de hoy se halla extinguida) y su vinculación con este cetáceo en el Cantábrico y en el Mar del Norte, en las costas de Canadá.

Mutriku, es el único pueblo perteneciente al Geoparque ( Zumaia-Deba- Mutriku) que tiene tradición, y muy arraigada, de pescadores. Su puerto ha sido importante a este nivel, y es el «puerto refugio» más importante del País Vasco, cuya denominación recibe porque se halla protegido a base de diques, tres en concreto. Cuenta su puerto también con una central hundimotriz, que procesa la energía que producen las olas. Sólo hay tres en Europa. La de Mutriku es una de ellas, y aunque son prototipos, la energía eléctrica que producen, se vende a la localidad.

Pero sigamos con la ballenas, que son los mamíferos que identifican a los pescadores de esta villa. De ellas, no sólo habla la talla en piedra del escudo de Mutriku, sino también la Carta Puebla, que a modo de Fuero, tiene Mutriku desde el siglo XIII. Es la característica común de los pueblos costeros de esta zona de Gupúzcoa, es con lo que pagan los vasallos a las arcas del Reino, a modo de tributo.

Era en esta época y hasta el 14 de Mayo de 1901 que se pesca la última ballena, el motor de la economía de esta zona. De ella se aprovecha todo, desde sus barbas, pasando por la carne y la grasa, así como sus huesos, todo. Algunos han llegado a denominarla el «cerdo del mar», por su similitud en aprovechamiento con el mamífero terrestre. Con la diferencia que cada ejemplar de ballena, pesa nada menos que 40TM.

Toda una aventura pescar ballenas. Se jugaban la vida los pescadores vascos. Pero así debía ser, ya que además del primer elemento de subsistencia, también era un importante elemento de comercio.

Desde las atalayas situadas en puntos estratégico en el monte, las ballenas son avistadas. Los compañeros de tierra, son avisados mediante señales que sólo ellos conocen, para que nadie más se haga con la presa, y salen al mar a buscarlas en chalupas balleneras con 6 a 8 pescadores a bordo, más el arponero. Con bravura, consiguen matarla y desde el barco, la arrastran a puerto y la despiezan. Separan la carne de la grasa, y tras licuar la grasa y abastecerse, comercian con el resto.

Aunque el sistema de pesca es el tradicional, cada vez hay mejores barcos para transportar a los pescadores y, así, en ell siglo XIV los vascos pescadores de ballenas, faenan por toda Europa. En el siglo XV, se descubre América. Y así se abren nuevos centros comerciales. Todo ello, hace que se siga a las ballenas en todo su ciclo vital, tanto en verano como en invierno, vinculándose estrechamente con Canadá,a cuyas costas llegaban cada verano, entre cinco mil y siete mil pescadores vascos. Luego más adelante, con el cambio de Rey y debido a razones de escasez del cetáceo, dejan de pescar allí, pero sí en verano en el Atlántico Norte, dónde en países como Suecia ha existido, hasta hace poco, legislación que regulaba la vida de sus habitantes con los pescadores vascos.

Nos llama también la atención, la arquitectura de los edificios de Mutriku. De estilo barroco vasco, aunque bastante sobrios, resaltan los alerones y cornisas, en madera, mucha de ella con tallas y adornos. Son casas pertenecientes a las grandes fortunas, con sus respectivos escudos en las fachadas, incluso palacios, que consiguieron salvarse del incendió que destruyó Mutriku, como su casa torre, cercana al puerto.

La suelta de vaquillas, tradicional en la fiesta de Mutriku, hizo que nuestro callejeo, se interrumpiese. Nuestros perretes, nos lo agradecieron, pues así evitaron sobresaltos y ladridos.

Con cariño,

Ágata Piernas

Madrid 27/07/2017

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