En la carretera de Navarredonda, tras tomar la salida de la autovía en Buitrago de Lozoya, y rodar unos kilómetros, se encuentra un paraje, que merece la pena ver. Se conoce como la Casacada de Sán Mamés y da nombre a nuestra ruta de Senderismo perruno de hoy domingo.
Según nos han explicado, esta maravilla natural pugna con otra situada en el puerto de Somosierra, en metros de caída, en chorros y en belleza.
El punto de encuentro fue el bar » El chato» del pueblo de San Mamés, dónde, algunos más puntuales que otros, nos reunimos para tomar el café previo que caracteriza todas nuestras rutas. Nuestro guía Ángel, ejerciendo de magnífico anfitrión, nos estaba ya esperando a la llegada. No desmereció su profesionalidad en el resto de la ruta, pues haciendo gala de un enorme conocimiento del lugar y del entorno, nos explicó la pequeña historia del lugar, su geografía, consejos convenientes en días de calor e incluso nos facilitó el acceso a una quesería tradicional, donde todos degustamos y algunos compramos, quesos de cabra de exquisito sabor y olor. Los amantes de los quesos y del senderismo, hoy tuvimos una jornada completa, que nuestras piernas y paladares recordarán durante algún tiempo. Más los paladares que las piernas, al menos en mi caso.
La ruta, muy cómoda aunque calurosa, partió del pueblo de San Mamés y por una pista forestal, recorrimos algún kilometro hasta adentrarnos en un pinar. Ni que decir tiene, que aunque eran las 10 de la mañana, el sol ya calentaba con fuerza e intensidad, con lo cual, el recorrido hasta el pinar fue a ritmo ligero, dadas las ansias que el grupo tenía por alcanzar la sombra y su frescor. Unos avanzaron más rápido que otros y una vez dentro del pinar, nos reagrupamos para recibir alguna explicación, tomar resuello, frutos secos y descansar un rato.
La segunda parte de la ruta, se inició, el la Casa del Leñador, antigüo refugio forestal, hoy en día abandonado, que han propuesto restaurar para museo y que se prevee no tarden mucho en hacerlo. Seguro que merecerá la pena. Aquí, foto del grupo de senderismo perruno con el guía y los canes, viéndose al fondo la Sierra de La Cabrera, en la que destaca el Pico de la Miel, que se caracteriza por su forma de media luna.
Luego, una vez superado el pinar, donde los perretes más avezados y al encontrarlo por sorpresa en el camino, se introdujeron en el pilón de una fuente para refrescarse, seguimos ascendiendo por una parte con algo más de dificultad técnica, hasta llegar a la Cascada de San Mamés. El calor, a pesar del pinar, presidió nuestra ruta, pero la vista del salto de agua, junto con el frescor que se respiraba a la sombra de los árboles que crecían alrededor de la poza que lo circundaba, hicieron que nuestra breve escalada, fuera compensada, y el grupo en pleno decidió descalzarse para refrescarse los pies y lo que se terciase ( cabeza, pelo, rostro, piernas y brazos, incluso nuca). Allí tomamos otro refrigerio. La paz del paraje y la soledad del grupo, se prolongó una media hora, hasta que dos parejas con perros, llegaron al lugar y nos relevaron, emprendiendo en aquel momento el descenso.
Noble origen el de la cascada, cuyas aguas proceden de El Lomo Gordo situado a 2075m de altitud, desde donde discurre el Arroyo de la Pinilla, cuyas aguas saltan 30 m llegados a este punto, discurriendo montaña abajo y limando piedras y paredes, para goce de los sentidos.
La comida fue en un paraje sombreado, al lado de un recodo del arroyo, que nuestro perros disafrutaron de nuevo, y nosotros aprovechamos para almorzar,entre conversaciones y risas y algún intento de hurto de nuestras viandas por parte de las hambrientas mascotas, que recibieron la oportuna respuesta por parte del comensal.
A nuestro regreso, y por no hacer la ruta de ida y vuelta, transitamos paralelos al arroyo, para bastantes metro más adelante, retomar la pista forestal que nos llevó de regreso al pueblo donde estaban nuestros coches, bajo un sol de justicia, y mucho más acompañados que a nuestra partida.
A la llegada al pueblo, pasando y casi arrasando la quesería artesanal, sentada del grupo al completo en una terraza a la sombra, para refrescar nuestro cuerpos con latas de bebida y reconfortar nuestras almas con grata conversación hasta la hora de la partida, que tardó un rato grande en producirse. Besos y propuestas de quedar entre semana, fué el final de este grupo y su excursión de senderismo perruno. La vuelta al coche, cada uno tendría la suya. La que relata, lo compara con un horno a punto de cocer pan.
Pequeño pueblo, pequeña excursión y gran compañerismo, hicieron del día, domingo, una ocasión nuevamente especial.
No quiero finalizar, sin hacer referencia a un dato histórico que me parece de gran importancia. En la pequeña iglesia de este pueblo, que ha sido recientemente reconstruída, fue coronada Juana, como reina de Castilla. Juana, apodada, La Loca.
¿Sabrás los parajes que visitamos, algunos secretos de este personaje que la historia nos esconde? Eso que cada uno lo reflexione, tras visitarlo.
Con cariño,
Ágata Piernas
16/07/2017
VALLE DEL ERESMA.-
VALLE DEL ERESMA.-
La convocatoria era a las 9.30h en el área recreativa de la Boca del Asno, en la zona de la sierra situada en la provincia de Segovia. El madrugón, no nos lo quitó nadie, pero nos sirvió para encontrar rápido acomodo a nuestros autos, bien situados a la sombra y bajo tendejón, cosa que más tarde hubiera sido imposible. El lugar a nuestro regreso a las 17h, había cambiado por completo: coches y gente por doquier y el chiringuito, ya abierto y con cola para pedir, nos sirvió para reponer fuerzas y reposar antes del regreso.
Empezamos temprano, pues. Eso tiene la ventaja del frescor de la mañana para iniciar la caminata y la ausencia de masificación que nos encotramos a la vuelta. El planteamiento de la ruta, parecía bueno y se confirmó a lo largo del trayecto. Nuestro guía Ángel, se portó. Siempre pensando en nosotros, en nuestra comodidad y la de nuestros perretes. Orienándonos sobre sobre nuestro comportamiento y el de los canes en un lugar protegido y expliándonos, en las preceptivas pausas, las características y origen del lugar que estábamos visitando, de extraordinaria belleza e historia.
El río ERESMA, nace en los Siete Picos y junto con el río Lozoya, transcurre conformando un amplio valle, por El Valle de Valsaín, hasta que se une con el río Adaja, más adelante, que a su vez es afluente del Duero, pasando las aguas que vimos fluir por Segovia y Valladolid.
El nombre del río ERESMA, viene del celta y significa, «río que rodea la ciudad» y la ruta, cuyo nombre lleva, ha transcurrido por su cauce derecho en el denominado «camino de las pesquerías», pues era zona de coto privado de pesca del Rey Carlos III y también zona de recreo, para paseo y baños. Va, desde La Granja hasta Siete Picos y está cubierto por amplias piedras a modo de asfaltado de aquellos tiempos, para facilitar el tránsito de los acompañantes reales y el propio monarca, y que hacen muy cómodo el caminar hoy en dia. Nuestra ruta estuvo diseñada a lo largo de este camino real, incluído en El Valle de Valsaín, que contiene uno de los pinares más importantes de España en cuanto a su riqueza maderera y de calidad, junto con los de Soria. Y así, a la sombra de los pinares, tapizados por helechos, ha transcurrido la ruta, cómoda y apta para todos los públicos, jóvenes y mayores.
Siendo área protegida debido a esta riqueza forestal, nuestra satisfacción fue enorme, al poder pasear por allí llevando a nuestros perrros sueltos y en manada. Incluso, la senda tiene sello real de calidad, impreso en una roca que se llama «Peña de la barca» debido a que su forma, asemeja la de un barco. La gente se sube a ella, porque les suscita curiosidad, y se hacen fotos, pero muchos de ellos desconocen su origen y el significado del sello con la corona real. Al margen del camino, más allá de la boca del asno y ceca del área de recreo de los asientos, está situada, viendo pasar los siglos y dando fe de la calidad de la senda e imagino que de la riqueza de la pesca del río ERESMA.
No descubrimos el aserradero que existe en El Valle de Valsaín, y que funciona desde el siglo XVI, pero si el «puente de los 23 pilares», conocido así porque cuenta con ese número de pilares de piedra que sustentan un acueducto que aún hoy abastece de agua al pueblo de Valsaín y que sigue en pie, imagino que con los sucesivas reformas, desde el siglo XVI, y va desde Peñalara a Valsaín. En Valsaín, se situaba inicialmente el Palacio Real, que fue destruído por un incendió y esa es la causa por la que posteriormente fue trasaladado a La Granja, lugar en el que le conocemos hoy en día. De ahí el acueducto y el camino real por el que caminamos disfrutando tanto del entorno.
Queda pendiente, para próxima convocatoria, la continuación por El Valle de Valsaín, que algunos, embrujados por el entorno propusieron.
Ruta amigable, cómoda y sencilla.Muy recomendable.
Ahora, deseando que la próxima convocatoria sea tan satisfactoria. Será este domingo.
Ágata Piernas
14/07/2017
EL VALLE DE LOZOYA
Si caminar por la naturaleza es siempre un placer, hacerlo con nuestras mascotas, lo es aún más. Si el calor de Madrid rompe los esquemas de las más altas temperaturas desde que se tienen registros, estar en la sierra dónde son más suaves y llevaderas, es un ingrediente para que la jornada resulte de lo más agradable. Si la compañía es extraordinaria, la mañana de domingo se puede convertir en todo un lujazo. Y si encima el guía es experto y comprometido con su trabajo y hace que el diseño de la ruta y sus variaciones, se ajusten a la dinámica del grupo y sus mascotas, el transitar por sendas y laderas, una actividad privilegiada.
Atrás quedan los pequeños, pero intensos esfuerzos que lleva aparejada cada ruta. Las sombras de los innumerables pinos y el agua de los riachuelos que abastecen al Lozoya hicieron que nuestra actividad física quedase muy suavizada.
Explicaciones sobre algunos de los paisajes más destacados, desde las cimas de las colinas, como la Bola del Mundo, pozas increíbles para refrescarnos y refrescarles, como la de Socrátes, nuestra primera parada en el camino que resultó de ensueño. Pequeñas cascadas de los torrentes que nos encontramos que hicieron la delicia, a modo de ducha, de nuestros perretes. Lugar apartado y fresco, con musgos y rocas simulando ser improvisados bancos, al lado de un riachuelo, con poza incluída que algún humano, y no menciono a nadie, aprovechó para sumergirse y competir con los peludos por quién se refrescaba mejor. Ese fue el idílico lugar de nuestro almuerzo ligero.
Cigarrito para los fumadores después de comer, apagado perfectamente y sin dejar restos de colillas, un poco de charleta, poca, y alguna visita al arbusto-baño para continuar ruta más aliviado, con la advertencia de nuestro guía Ángel que la parte más dura estaba por llegar. Toda una ascensión en zig-zag por la ladera, hasta llegar al punto de origen.
Me encantó la estrategia del guía de sugestionarnos sobre la dureza del resto de la ruta. Eso ejerció, al menos en mí, una motivación extra que hizo que el ascenso, fuera muy, pero que muy llevadero. No quiero decir que subiera como una moto, pero fue una ascensión a ritmo, con alguna pausa para hidratar, muy cómoda y corta. Muy buena impresión saqué de la parte difícil.
Después del ascenso, desembocamos en un maravilloso valle, verde y sin más vegetación que la hierba alta que lo tapizaba, para encaminarnos, tras un repecho, al punto de origen.
Maravillosa ruta, excelente compañía y mejor dirección, hicieron que la mañana del día más caluroso de todos los tiempos, mereciera mucho la pena. Los temerosos del calor y del esfuerzo que se quedaron en casa, no pudieron disfrutar la ruta por sus miedos y prejuicios. Tal vez esta pequeña crónica les ayude a recapacitar para la próxima.
Con cariño,
Ágata Piernas
18/6/2017
LA BARRANCA.-
Muy cerca de Navacerrada, el grupo de Trips&dogs, nos dimos nuevamente cita para iniciar un domingo más de aventura. Éramos pocos pero bien avenidos y para dar más consistencia al grupo nuestra nueva guía, Aída, hizo que estuviéramos, mejor coordinados si cabe.
Pertrechados para lo ocasión, con agua abundante por lo que pudiera pasar y convenientemente protegidos frente al sol, comenzamos a andar, junto con otros grupos, en el parking habilitado en las cercanías del Parque Natural.
En la pista forestal donde comenzaba la ruta, todos escuchamos atentamente las explicaciones de por dónde discurriría, lo que nos proporcionó suficiente información como para elegir lo mejor para nosotros y nuestros peludos.
Hay que recordar que el día anterior a nuestra excursión, se habían alcanzado en Madrid los 38ºC, por lo que, dado que las previsiones para el domingo no eran más halagüeñas, el día prometía ser más que caluroso. Por eso, ante el primer sofoco, decidimos parar al lado del riachuelo que discurría paralelo a la pista, para, de común acuerdo, y después de las aclaratorias indicaciones de nuestra guía, comenzar una ruta improvisada por sendas marcadas, sí, pero con sombra para nosotros y los perros y agua corriente para remojarse, ocasión que no desaprovecharon y muy alejados de la senda original que nos resultó árida y seca.
Subiendo resguardados a la sombra de un pinar, por donde nos encontramos algún que otro transeúnte, finalizamos la ascensión en una zona de piornos, que algunos siguieron hasta el final y otros, los más tranquilos, nos resguardamos a la sombra a la espera de los compañeros más avezados.
Nuestra comida, en un lugar con encanto que nos localizó Aída, una poza que formaba el riachuelo, dónde disfrutamos de nuestras provisiones. Nuestros perretes se zambulleron en la poza, para así poder continuar frescos la ruta, que igualmente discurrió por la sombra más tranquilamente.
Como casi siempre, finalizamos en un bar cercano, dónde algunos dieron buena cuenta de raciones compartidas, mientras otros solamente nos hidratábamos. Ruta cómoda, agradable y cordial, muy recomendable y llevadera.
Con cariño,
Ágata Piernas
En Madrid a 15 de Junio de 2017.-
PICNIC, RISAS Y PERROS.-
PICNIC, RISAS Y PERROS.-
Si viviéramos en otra era en la que la tecnología no presidiera nuestras vidas con los smartphones y demás artefactos, probablemente habríamos tenido que recurrir a las señales de humo. En el campo y con escasa cobertura para llamar, no hubiera quedado otro remedio, dadas las circunstancias concurrentes.
Pero en la jornada de ayer, además de ayudarnos, nos confundieron. Haber quedado dos veces en lugares diferentes, hizo que el grupo se disgregara y la anfitriona tuviera que venir al rescate de los rezagados, que no fueron pocos, entre los que me incluyo.
Personalmente, pasé tres veces, y no es un decir, por el inicial punto de encuentro, sin atisbar a nadie conocido y, guiada por indicaciones virtuales, acabé en un cerro demasiado alto en el que me pareció imposible que allí hubiera río. Y vuelta a bajar hasta la presa del Pontón de la Oliva, hasta que a la tercera vez, veo a Coral en lo alto de la presa, no haciendo señales de humo precisamente, sino agitando los brazos enérgicamente como si acabara de ver al mismisimo cantante, que apareciendo en el escenario para dar un concierto y al que quiere saludar y hacersele visible (dicho sea esto último con el permiso de su novio Curro).
El caso es que empezamos la velada con bastante retraso respecto a la hora inicial prevista. Lo que sucedió después compensó y nos hizo olvidar la inoportuna incomodidad de esta anécdota, consiguiendo que la jornada mereciese mucho la pena.
Y tras un breve trayecto, perfectamente delineado, alcanzamos el lugar en el que ya estaba todo dispuesto para el disfrute de humanos y perros.
No faltaba detalle: mesa, platos, cubiertos, vasos, servilletas de papel monísimas, cubitos de hielo para mantener fríos los refrescos y cerveza, y hasta aperitivo. Todo perfecto.
El paraje era de ensueño; al fondo un cortado vertical en la roca, el río Lozoya, todavía riachuelo, sombra de abedules y hierba verde alta. Un enorme árbol nos sirvió de cobijo para un sol, que a las doce de la mañana ya comenzaba a hacer estragos. Tras aplicarnos nuestra proteción y una vez calados los gorros, empezaron los juegos.
Cubos de agua llenos para, mediante esponjas, trasvasar su contenido a cubos vacíos, situados al final de la fila de gente sentada en paralelo que competía por hacerlo más rápido. Muchas risas, sobre todo con el mal perder del otro equipo, que quiso repetir la prueba para demostrar su valía y buen hacer. Premios para todos al final y creo que merecidos, sobre todo porque sus destinatarios eran nuestros amigos peludos.El típico juego de la cuerda, esta vez con amenaza de caer al río si se tensaba demasiado y se pedía el equilibrio. Sólo nos mojamos hasta las rodillas, pero de nuevo ganadores. Otro premio, y chuches para los nuestros perretes que hicieron de espectadores.
Enseguida a comer. Deliciosa comida compuesta de empanadas de hojaldre y pan, y un quiche de queso, aptos para los mejores, hambrientos y exigentes paladares. El postre para mencionar también: deliciosa tarta San Marcos con nata y trufa, que hicieron gozar a los más golosos. Esta vez la anfitriona, no tuvo que esforzarse en la cocina, pero todo resultó igualmente sabroso.
Anécdotas perrunas contadas por algunos de los asistentes, en un improvisado anfiteatro a la ladera del monte, hicieron muy amena y llevadera la sobremesa sin siesta, para después seguir con más juegos, esta vez en la modalidad de carreras de sacos con perro al lado y también demostraciones de obediencia, en la que todos aprobamos y para agradecerlo, unas camisetas ideales de Trips&dogs, que se repartieron entre los participantes.
Desde la explanada, los canes nos observaban con atención e investigaban a su aire por doquier, hasta dar con el preciado trofeo: un enorme hueso, de no se qué animal
mamífero que se rifaron entre ellos. Hasta que la velada, tras haber reconfortado los espíritus de los asitentes, finalizó por acuerdo de la mayoría.
Con nuestros bártulos al hombro, regresamos hasta los coches, por un camino cómodo, que finalizaba en la concurrida presa.
Un pequeño tentempié, en el bar del soto, para iniciar la vuelta a casa con nuestros perretes agotados y todavía mojados.
Feliz jornada, vivida con compañerismo, cordialidad y algún abrazo, tántrico ¡eso si!,
y gran disfrute prerruno y humano entre muchas risas y ladridos.
Ágata Piernas
En Madrid, a 21 de Mayo de 2017.
PASAMOS POR QUIJORNA
PASAMOS POR QUIJORNA.-
Con unas predicciones inmejorables, sin atisbo de nubes, pero con restos de las pasadas lluvias a modo de charcos, que alguno de nuestros peludos aprovechó para refrescarse, iniciamos una nueva ruta de senderismo perruno.
El nuevo guía, que nos aportó tranquilidad a lo largo de todo el trayecto, conocimientos históricos y explicaciones del entorno para comprender mejor la naturaleza, nos adentramos en la cañada segoviana, que se inicia a las afueras del pueblo de Quijorna, en Madrid, para, a lo largo de una ruta circular, volver al mismo punto, no sin antes visitar antigüos hornos de cal, trincheras y refugios, todos ellos vestigios de un pasado histórico, que aunque ya enterrado, aún nos causa rubor a pesar de que nuestro presente no se explique sin él.
Nuestra insustituible anfitriona, algunos conocidos y gente nueva también, cada uno con su respectivo perrete.
Todo pensado para el disfrute de todos, casi, casi, se consiguió. Lo del casi, dicho sea sin afán de desmerecer a nadie, lo explico luego.
No faltó el típico descanso para reponer fuerzas a la sombra de una milenaria encina, que a modo de tendejón nos arropó con su copa a la hora del almuerzo, pero que, al menos en un principio, tuvimos que compartir con las incomodas moscas que la habitaban, quienes ante la presencia y el ruido humano y canino, huyeron dejándonos en exclusiva la gran sombra, para goce y disfrute de todos los presentes, que acomodados en piedras, que parecían puestas para la ocasión a modo de sillas, dieron buena cuenta de sus provisiones y bebidas. El campo y la ley del más fuerte en la naturaleza, es lo que tiene.
Las rodillas exigentes, y había varias, sufrieron lo justo. No tanto en las subidas, muy asequibles y que con la ayuda de los bastones, fueron pan comido, pero sí en las bajadas, en las que a pesar de los apoyos, se iba repitiendo mentalmente las vicisitudes de la batalla de Brunete, ocurrida en aquellos parajes y que el guía nos había relatada hacía poco, para evitar pensar en el desnivel.
Buena compañía en fin y buen rollo también al final de la ruta, al llegar a Quijorna, donde el grupo en su integridad se aposentó en la terraza del bar para, en su mayoría, tomar refrescos azucarados con los que combatir las agujetas, que al menos en el caso de la que relata, brillaron por su ausencia.
No faltó la presencia del alcalde, de nombre Florentino, que se nos unió en amena charla para saludarnos, decirnos que volviéramos y también presentarnos su producto estrella: los garbanzos de Quijorna que iniciaban su andadura en la dura batalla de la comercialización, pero que a juicio de muchos, la vencerían al igual que la de Brunete, por sus excelentes características y exquisito paladar.
Hasta aquí todo perfecto, incluso la despedida, que nos dejó con regustillo tristón a pesar de besos y abrazos, debido a la incertidumbre de cuando se producirían nuevos encuentros, sino fuera por…
Si no fuera porque a la llegada a los respectivos hogares, fueron apareciendo, uno a uno, en el chat de la excursión, aparte de las fotos del evento, el número de huéspedes extra que cada uno de nuestros perretes traía consigo. ¿Qué huéspedes? Pues las inoportunas garrapatas, de las que este año y en cualquiera de los parajes de campo que visitemos, estamos sobraos. Tres!, limpio!, dos! Los antiparasitarios, este año tendrán que ser los mejores y si pueden ser a módico precio, mejor que mejor.
¡ Es lo que, además, tiene el campo en primavera!
En Madrid, a 17 de Mayo de 2017.