Hubo una vez una leyenda, que nos contaron tal vez nuestras abuelas, que relataba como nuestra Catedral tenía un inquilino misterioso, habitante no deseado, o quizás el guardián de su espíritu y armonía, que día tras día, vigilaba la correcta realización de la obras para la construcción de tan bello templo.
Muchos querían aniquilarle, por horadar la tierra bajo la que se asentaban los cimientos de esta magnífica iglesia-catedral, creyendo que con ello asegurarían la estabilidad de sus cimientos, construídos sobre un asentamiento romano, como la Historia y la excavaciones han venido a demostrar.
Otros al contrario, lo veían como un compañero de fatigas que arrimaba el hombro a la ardua tarea de construir un templo cuya finalización llevaría más de un siglo.
Algunos más, se me ocurre pensar en los religiosos, tal vez lo vieran como una criatura divina que estaba presente por este o aquel motivo, ininteligible en principio para la razón humana.
El caso es que el mencionado espíritu, no era tal, sino una criatura de Dios llamada TOPO, que tenía su campo de movimientos en el subsuelo de nuestro templo insignia, y que en un determinado momento, fue cazado, sin saber bien con qué artimañas, para asegurar el futuro de nuestra joya, la Pulchra Leonina, llamada así por su puro estilo gótico, traído desde Francia por los monjes de la orden de Clunny, precursores del arte gótico continental y que en su primera época, de ahí la pureza de su estilo, les llevara a promover la construcción de este magnífico crucero.
Y como el topo fue eliminado y, creo que sus restos permanecen incorruptos en el Museo Catedralicio, ha habido que buscar algo para seguir manteniendo la atención sobre nuestro Duomo, si se me permite la expresión que la dota de internacionalidad.
Y no sólo sobre su aspecto exterior, que una vez controlado el mal de la piedra, parece que nos va a seguir acompañando durante generaciones; tampoco porque sea el templo con una mayor superficie de cristal que de piedra en el espacio que ocupa, debido a las grandiosas vidrieras, que si bien, son más tardías, no dejan de ser otro elemento característico de su estructura y adorno, y que vistas al trasluz resultan espectaculares, sino además y sobre todo, por aportar al sentido del oído un goce que es digno de los más exquisitos tímpanos, y que debido a la novedad mundial que este año tendremos el honor de degustar e inaugurar, nos va a seguir manteniendo en el candelero, durante otros muchos años, pero esta vez con la proyección nacional e internacional que la globalización y las nuevas tecnologías, conseguirán transmitir a quién quiera saber sobre su existencia y desarrollo.
El tema para las siguientes relatos, de los cuales éste es una mera introducción, será: El nuevo órgano de la Catedral de León y su XXX Festival Internacional a celebrar en León a partir del 21 de Septiembre de 2013, día en que tendrá lugar el concierto inaugural que consistirá en la reproducción en este entorno privilegiado, de una obra española del siglo XVI, de cuya acústica esperamos todos poder deleitarnos.
Ágata Piernas
En Madrid a 18 de Agosto de 2013
UNA HISTORIA DE PELÍCULA
Fue aquel verano, en verano fue aquella maravillosa historia que llenará de ilusión y orgullo a los niños, a todos los niños.
Y fue en una ciudad medieval, de hace por lo menos, mil años, de esas de las que aún hoy conservan sus murallas de piedra, altísimas, con torreones y almenas.
Y fue, en esas ciudades, dónde las calles son de piedras, de esas que las pisas y hacen daño al andar.
Y esas ciudades, con, todavía hoy, calles estrechas y sinuosas, en las que las casas están tan cerca, que puedes saber lo que hablan los vecinos a la hora de la cena y además, puedes oler lo que comerán, porque el olor de cada guiso se cuela por las ventanas.
Esas ciudades, que fueron diseñadas con amplias plazas, también de piedra, en las que se construían las mejores casas de la ciudad. Y esas casas, eran las de los principales señores del feudo.
Y allá, en lo más alto, dónde todos pudieran verlo y a salvo de enemigos, estaba el castillo, que era el centro de la vida social de la villa.
Como os digo, era en verano. También día de mercado y en la plaza de la villa, había puestos de verduras que los agricultores traían de sus huertos y tierras, dulces que los maestros panaderos elaboraban en sus maseras, junto con los panes que sólo se hacían una vez para todo el mes.
Había también carnes y embutidos típicos, hechos en cada casa, con las recetas de la antigüedad, hechos a mano.
Os pregutaréis si también había pescado. Pues no, no había pescado, más que la salazón de cada miércoles, que se arreglaba en invierno y servía de omega-3 para todo el año, pues en la ciudad en la que estamos, no había mar, simplemente un pequeño río, que daba truchas, al pescador que las supiese atrapar, con buenas artes.
Y además, en ese mercado estaban también, los enanos, los saltimbanquis, los bufones reales y los artistas: actores y actrices, que convenientemente vestidos contaban historias, a niños y mayores, de príncipes encantados y princesas durmientes mientras los niños de la villa correteaban sin cesar, gritando encantados por todo el mercado.
Y no faltaba de nada en aquel mercado, pues también había cuentacuentos.
Aquellos personajes que inventaban historias bonitas y atrayentes para niños y no tan niños, que dibujaban sonrisas y, a veces, carcajadas, en los visitantes del mercado, eso sí, si la chispa o ingenio del personaje cuentacuentos conseguían provocarlo.
Y además, sabéis quien estaban, …pues además estaban los cetreros, los pajes y cuidadores de las aves particulares del señor; las aves que el señor llevaba a sus cacerías, orgulloso de portarla en su puño, mientras cabalgaba a lomos de sus maravillosos caballos de raza andaluza.
Y sonaron los tambores y también sonaron los clarines que anunciaban la llegada de los cetreros, quienes a lomos de sus caballos de carga, alzaban en sus puños a los orgullosos halcones del señor, que llevaban la cabeza cubierta por sus caperuzas de cuero y a pesar de todo se sabían el centro de atención, y píaban sonoramente de camino al castillo del señor, sorprendiendo y dejando boquiabiertos a niños y mayores.
Todo el mundo en la plaza de la villa, se apartaba para dejar paso y observar de cerca las portentosas aves, ágiles después de todo el invierno entrenando, listas y prestas a cualquier ruido que les indicase que las palomas y las perdices empezaban a batir sus alas para levantar el vuelo, vuelo que los halcones no dejarían culminar, pues eran su presa natural, aunque cazando para el amo, no les correspondiese más que una pequeña piltrafilla de la captura.
Y los mejores cetreros del reino, después de su entrada triunfal en el recinto amurallado que rodeaba la ciudad, se dirigieron al castillo del gran señor, atravesando la concurrida plaza, con sus halcones encaperuzados en el puño, asidos por las pihuelas por sus portadores, dirigiéndose al centro mismo del castillo por la puerta grande, como los vencedores de una batalla.
Y una vez dentro, y desmontados de sus caballos, los sirvientes del señor, que les esperaban como a héroes, les acompañarían hacía las dependencias dónde se encontraba su gran admirador, y también compañero, y al que mostrarían los resultados del invernal entrenamiento.
Y entraron y vencieron, porque convencieron. No sólo con su presencia, cuidadosamente preparada, sino también con las exhibiciones acrobáticas de vuelo, en las que daban caza y mostraban como se mata una paloma en pleno vuelo, de un impacto en picado.
Fue apoteósico, y la plebe, que se había concentrado en los alrededores para ver la exhibición, se mostró enardecida por los envites de las aves que conocían el noble oficio y lo practicaban a la perfección.
Y el gran señor que lo vio desde su minarete, les hizo pasar.
-Pasad, pasad, por favor nobles maestros, quiero conoceros en persona y que me contéis de primera mano, vuestros progresos, pues tal era el aprecio que en aquella época se tenía al noble arte, aprecio que perdura en la actualidad.
Sorprendidos por la grandiosidad del edificio que les acogía, pasaron, acompañados por los criados, por las estancias de la entrada, dónde dejaron sus fardos que fueron dispuestos convenientemente por los criados, y se adentraron en el salón principal, sin abandonar en ningún momento los halcones que portaban en sus puños, a modo de identificación y salvoconducto.
Traspasaban estancias y estancias hasta que llegaron al salón principal, dónde el noble señor recibía cada jueves a sus cortesanos y cada sábado impartía justicia a sus súbditos.
Allí los cetreros, pudieron ver de cerca al señor. Sentado sobre un imponente sillón, de nobles maderas y cueros labrados, les indicaba con la mano que se acercaran, lo que presto hicieron.
Y les observó en su juventud, y les preguntó sobre todo lo que despertaba su curiosidad y sus dudas.
Quería saber si los halcones de la exhibición habían ya mudado la pluma, sus técnicas de entrenamiento mejoradas y las novedades de la exhibición que había tenido lugar, respecto a las que se practicarían en otros lugares o años anteriores, preguntas a las que los cetreros respondieron gustosa y abundantemente, tal era el apasionamiento que sentían por el tema, y la admiración que también sentían por su señor, intentando complacer e ilustrarle en todo momento.
Le convencieron y le dejaron satisfecho en todos sus planteamientos y cuestiones, a su señor, al gran señor.
En agradecimiento, les convidó a compartir su mesa, no ya en las cocinas con el resto de los sirvientes, sino en la mesa dónde se celebraban victorias, nuevos tratados o la anexión de nuevos territorios. Y aceptaron, no tanto por agradecimiento, sino por respeto, a quien tanto respeto demostraba por su actividad y su oficio.
Abundaban las viandas recién salidas del horno, procedentes de la cacería-exhibición de la tarde, junto con otras exquisiteces que los maestros cocineros se habían esmerado en preparar, para agradar…
Departieron y departieron, comieron y bebieron, y sobre todo, rieron y disfrutaron. Tan buena fue la velada y tanta complicidad hubo entre ellos, que les convidó, también, a pasar la noche en su noble y amplia residencia.
En cuanto lo propuso, se miraron unos a otros y con una sonrisa franca, empezaron a mostrar gestos de asentimiento, aceptando abiertamente, a través de su portavoz, quien se dirigió, con una humilde reverencia, al señor, para comunicárselo.
Para los cetreros fue el mejor regalo de agradecimiento.
Las damas se retiraron primero, a los aposentos femeninos.
Los señores, que se quedaron en la sala aneja al comedor, bebiendo nuevos caldos, seguían departiendo y tardarían en retirarse, ya casi agotados.
Las damas, a medida que avanzaban por los anchos pasillos, notaban crecer el embrujo del entorno. Los cortinajes que en verano servían de puertas, se mecían suavemente con la ligera brisa de la noche. Despacio, fueron aposentándose en sus estancias, donde encontraron acomodo, poco a poco. Algunas se vistieron sus etéreas galas de noche, con las que parecían auténticas hadas encantadoras.
Los señores, bebían y fumaban al son de una cálida conversación. Conversación que el tiempo, el trato y el vino dulce consiguió igualar, departiendo al mismo nivel nobles y villanos, cual si de un mismo origen procediesen.
Empezó a sonar una música, así de fondo. Ellos que en un primer momento apenas la oyeron, empezaron poco a poco a prestar atención.
Para las damas, menos embriagadas por conversaciones, vinos y licores, fue como una llamada que debían seguir hasta encontrar su origen. Les pareció la música más bella del mundo y aquello les cautivó.
¿Sería magia?
Algunas se adelantaron guiadas por la curiosidad, no se sabe muy bien hacia adonde.
El fin de esta historia queda a la imaginación de cada uno. El caso es que de aquella historia de mercados y aves, surgió para muchos, la película más bella del mundo. Cada uno que elija la suya.
Besossss. Buenas nochessss. Hasta mañana.
Ágata Piernas
COMPRENSIÓN
Son las 9 de la noche del día 9 de Agosto y estoy delante del ordenador, escribiendo este relato. Parece baladí, pero para que se produzcan estas, en apariencia, simples, circunstancias, se han tenido que alinear los planetas.
La que suscribe ha tenido que vivir lo suyo, sufrir lo suyo, madurar, lo justo y pensar, también un poquito.
La pregunta es: ¿de todos los acontecimiento de su vida, …dulces o amargos, leves o duraderos, solitarios o compartidos…,ha sopesado, para que formen parte de su experiencia vital, todos los porqués de cada situación?
So pena de volverse loca, no, no lo ha hecho.
Ha vivido y ha sobrevivido a cada situación, circunstancia o momento, unas veces comprendiendo y otras no.
Y eso es lo que hace a la vida maravillosa y lo que hace a cada individuo merecedor de su propia superviviencia, de ser un ejemplar incluído en la selección natural de la especie humana, y dejar huella.
¿La ausencia de comprensión de cada momento vital? No, la valentía de vivir la vida sin tener que comprender todo lo que sucede en tu entorno. La osadía de tirarse a la piscina, aún teniendo las nociones básicas de natación, para salir airoso del trance y no fallecer en el intento.
Porque las cosas pasan y no se sabe bien, en muchos casos, por qué pasan. Y eso nos hace refugiarnos en nuestro feudo, en nuestro refugio o en nuestro interior. Craso error!
En este mundo de fieras que es la sociedad actual, desde niño se cuenta con las herramientas necesarias para moverse con más o menos soltura en el medio, el infantil en su caso.
A medida que avanzamos en la vida, todo se va volviendo más complejo y se interactúa con otros grupos no tan homogéneos y más surtidos de variedades, unas veces afines y otras no.
Sólo los pensamientos erróneos que generan prejuicios, complejos o timideces, nos pueden impedir fluir con naturalidad y afrontar los retos, pequeños o grandes, con plenitud de capacidades. El entorno también juega su papel, pero la propia seguridad en uno mismo, debería hacer su tarea.
Por eso, aunque los momentos de reflexión, sean necesarios y positivos, el intentar llegar a la esencia de las cosas,…, de todas las cosas, hace que nuestra existencia se bloquee, parcial o totalmente y no vivamos también los buenos momentos que a veces están en las pequeñas cosas.
Por eso el verano, nos restituye…quizás tengamos las neuronas también de vacaciones y con dormir y comer, solazando, tengamos más que suficiente.
Si Freud levantara la cabeza…seguro, seguro que la que firma estaría ya proscrita.
En Madrid a 15 de Agosto de 2012 Continuar leyendo «COMPRENSIÓN»