Era sábado a mediodía y, a pesar de los uno y mil toques recibidos, aún no se había centrado. Todo parecía ser nuevo en su existencia, pero lo que ocurría, a pesar de no quererlo ver, era que su casa estaba invadida y su intimidad violada, desde hacia ya tiempo. Demasiado tiempo.
Su habitación, su baño, su salón y hasta su agenda. Cada vez que se sentaba a comer en la mesa redonda de su cocina, parececía tener más de mil invitados y eso que sólo había tres sillas.
Las huellas en el suelo del salón y en el sofá, hablaban de pasadas visitas, aún no resueltas. Las manchas de carmín en su edredón blanco, hablaban de besos y abrazos que no le pertenecían.
La agenda personal, parecía tener otras protagonistas ejecutoras de las tareas y objetivos, diferentes a ella.
Todo parecía nuevo, adquiriendo otra perspectiva y dimensión, que quizás sus nuevas gafas de cerca le habían facilitado.
Y eso le abrumaba. Siempre pensó que ese tipo de cosas le pasaban sólo a otros. Esas tragedias de índole personal que ponían patas arriba vidas, pasados y presentes. Nunca, ni en sus peores pesadillas, pensó en verse así.
Como un zombie en su propia casa. Viviendo una vida de falsete, que ya no era la que le habían marcado, sino en la que habían desembocado libremente los acontecimientos. Y con un enjambre de abejorros alrededor que libaban el último néctar, de una flor ya casi marchita. Sin amor.
No podía irse de viaje. Sería una huída, aunque ello le aclararía las ideas. El equipaje lo llevaba, en baúles bien pertrechados, en su cabeza. Además, aún lejos, todo le recordaría su actual situación, lo había comprobado.
En estos pensamientos ocupaba su hora de sobremesa, intentando encontrar una salida a este gris laberinto. Y sonó la canción, la justa, la adecuada, la oportuna. Tal como ocurría en su infancia en la radio, cuando su llanto desbocado no había ser humano que lo calmase.
«El valor de seguir adelante» de Laura Pausini
Y quería pensar, que al igual que los pensamientos, lo que estaba viviendo, sucedía desde hacía más de mil años, entre las cuatro paredes de su casa.
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Ágata Piernas
30/03/2019