NAVIDADES DE HOSPITAL, PIJAMA Y PADRENUESTRO.

Y llegó el Día de Reyes de aquellas navidades atípicas. Nadie esperaba nada, no había regalos al pie de la flor de pascua, y probablemente no los habría, pero no importaba. El día nos traería alguna sorpresa, podría ser en forma de visita inesperada, quizás como una experiencia nueva o tal vez como una caricia del destino encarnada en esa persona especial. En cualquier caso, sería un aprendizaje, estaba segura, que era lo que ella se había pedido para el año entrante y a cuyo acopio no estaba dispuesta a renunciar.

Y aquellas navidades fueron atípicas, no porque faltase lo esencial en forma de tradiciones que representasen estas fechas en los momentos más señalados, sino porque estuvieron impregnadas por el ánimo decaído, la tensión y el nerviosismo y el ir de hospital en hospital buscando cura para un mal que llegó la hora de afrontar en un quirófano. Y este mal, no era propio, sino ajeno, pero también muy cercano, como lo fueron el resfriado, la gastroenteritis y los dolores musculares que a modo de andancio, nos afectaban a los acompañantes del paciente principal. En ello estábamos. Como en la primera sesión de clase de natación en la que el profesor te empuja a salir a flote en medio de la piscina, donde te ha situado, para que a pura brazada te acerques a nado a la orilla. Tal era el cúmulo de acontecimientos para asimilar, gestionar y solventar, que a aquella clase de natación, cuando era una niña, me recordaba. Y no sólo acontecimientos, sino afectos. En proximidad o por FaceTime, y eso era lo que más costaba.

La gestión y procesamiento de los mismos, era la asignatura pendiente para muchas personas de mediana edad. No digamos para los mayores. Y no digamos cuando el diálogo y el hablar poniendo nombre a cada cosa, era algo que no solía hacerse en su entorno.

Y nos encontrábamos, con el conflicto interno de quién quiere poner y pone toda la carne en el asador, de ahí los catarros y los dolores musculares después de cada visita a urgencias, pero se pone frenillos, por resquemores del pasado. Y en esas estábamos todos. Personalmente he pasado página,pero reconozco que se palpa en al ambiente la desconfianza y los rencores. Habrá que hacer nuevos perdones, para liberar carga vital de la mochila, quien quiera, sepa y pueda.

Y nos encontramos también con el yo pongo más que tú, y con el yo soy más guapo y más diligente y estoy más pendiente que el resto de los hermanos, lo que para mi sobraba, por el simple hecho de que en estas circunstancias, cada uno da lo que le sale y no lo dosifica.

Con lo cual, el fin de estas fiestas que se produce hoy, no significará el fin de la situación extraordinaria que nos ha tocado vivir en ellas, a mi personalmente con extraordinaria intensidad, sino que supondrá un alivio, por el plus de esfuerzo que supone celebrar algo, con el ánimo de animarte, que lo único que te produce es aumentar tu cansancio y debilidad y producirte casi rechazo por unas fiestas, que no son de mis preferidas del calendario.

Ágata Piernas

6/1/2020